viernes, 5 de agosto de 2011

El que reina en el silencio

Mi cabeza aún no logra sostenerse por sí sola, es por eso que se me ha injertado una caña seca en la columna vertebral. Mis manos derogadas han sido apartadas de mi tronco y mis ojos fueron abiertos con la garra de un águila para después ser tejidos con hilos finos color blanco para que no puedan cerrarse y en algún momento llegue a ver la luz. En ciertas partes del cuerpo nos es cocida la piel de conejos desollados por nosotros mismos para evitar el frío. Mis pies sostenidos con lodo me hacen deambular de un lado a otro hasta que llega un nuevo ser, es ahí en el centro del bosque donde se encuentra el gran pozo. En ese lugar nos reunimos para formar un nuevo ser. Con nuestros encantos derramamos la tristeza del mundo para que logren el jubileo eterno. Él fue el primero, él nos guía y nos protege. Fue el primero que vivió en soledad eterna en este bosque gris y es aquél quien posee el secreto de aquél que vive en silencio. Dicen que fue en la puerta cuando dejó de hablar, esa gran puerta rodeada de raíces rastreras, con un gran espejo en su marco y custodiado por un ciervo ciego para evitar que uno la cruce solo y no tenga retorno a esta vida. Él fue el único que ha regresado con la memoria intacta de aquel lugar. Guiado por el ciervo encontró la puerta que ahora podemos cruzar. Por momentos finge dormir sobre las ramas secas, aunque sepamos que es imposible; sólo cuando llega la hora del canto podemos escucharle ferviente al advenimiento. No sabemos su nombre pero es igual a nosotros como nosotros a el. Y aunque nos nieguen, sentimos a través de el este miedo indescriptible.
¿Cuántas veces imaginamos aquel momento en el que nos es regalada la vida? Por momentos creo en el vacío, en la luz que desaparece en el fondo tan pronto siente una nueva presencia. ¿Se esfuma? No. Regresa a darme el camino que me hicieron perder... De pronto, quisiera arrojarme en aquel abismo en donde la luz aún espera mi llegada. Ustedes que tomaron mis pequeñas manos para no caerme en aquel pozo. Ustedes que al igual que yo, somos hijos de la naturaleza eterna. Si aquellos lazos nos desgarraron para siempre de lo desconocido, los nuestros nunca se ablandarán fuera de este lugar.