miércoles, 4 de abril de 2012

Prólogo de Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros de John Steinbeck

Mucho tiempo me costo conseguir este libro y cuando así fue, la nostalgia y la emoción me llenaron por completo, al leer el prólogo, las palabras de John Steinbeck parecían haber sido escritas por mí, es por ello que lo comparto.

Cierta literatura impregnaba la atmósfera que respiré. Absorbí la biblia por los poros. Mis tíos sudaban Shakespeare, y el Pilgrim's Progress de Bunyam vino mezclado con la leche de mi madre. Pero esas cosas me entraron por los oídos. Eran sonidos, ritmos, imágenes. Los libros eran demonios impresos, las pinzas y las empulgueras de un suplicio ultrajante. Hasta que ocurrió que una tía, con fatua ignorancia de mis rencores, me regalo un libro. Contemplé con odio la impresión en negro, y luego las páginas paulatinamente se abrieron y me permitieron la entrada. La Biblia, Shakespeare y el Pilgrim's Progress eran patrimonio común. Pero este libro era mío. Era un ejemplar ilustrado de la Morte D'Arthur de Thomas Malory según la edición de Caxton. Adore la anticuada ortografía de las palabras, y también las palabras en desuso.
Es posible que haya sido este libro el que inspiró mi fervoroso amor por la lengua inglesa... La misma extrañeza del lenguaje bastaba para hechizarme y sumirme en una ecenografía antigua.
Y en esa ecenografía enmarcaba todos los vicios que hubo siempre, además del coraje, la tristeza y la frustración, y sobre todo el heroísmo, acaso la única cualidad humana forjada por Occidente. Creo que mi percepción del bien y del mal, mi sentimiento de noblesse oblige y todas mis reflexiones contra los opresores y a favor de los oprimidos provinieron de este libro secreto. Este libro no ultrajaba mi sensibilidad como casi todos los libros infantiles. Noé asombraba que Uther Pendragón codiciara a la mujer de su vasallo y la tomara mediante engaños. No me asustaba descubrir que había caballeros malignos además de los caballeros nobles. También en mi pueblo había hombres que lucían los hábitos de la virtud pero cuya maldad me era conocida. En medio del dolor, la pesadumbre o el desconcierto, yo volvía a mi libro mágico. Los niños son violentos y crueles, y también bondadosos; yo era todas esas cosas y todas estas cosas estaban en el libro secreto. Si yo no sabía escoger mi senda en la encrucijada del ame y la lealtad, tampoco Lanzarote sabía hacerlo. Podía comprender la vileza de Mordred por que también el estaba en mí; y también había en mí algo de Galahad, aunque quizá no lo bastante. Pese a todo también estaba en mí la apetencia del Grial, hondamente arraigada, y quizá aún lo este...

John Steinbeck.